LA CONVIVENCIA QUE VIENE
Un ejemplo más de juego con marcas definidas y reglas propias. En el editorial del último número de la revista Serie B: “Todos somos parte del mundo –¿quién no lleva unas Nike? ¿Quién no es un poco superficial?-, y ninguno estamos libres del reproche”. Y más adelante: “¡Que le jodan a las reglas!”. Así, con la fuerza de lo evidente, el hecho ocupará un lugar privilegiado en los inicios de la historia secreta del siglo XXI. Y Greil Marcus, o alguno de sus discípulos, dibujará con ello el mapa desconsolado de la última batalla.
Rastros de carmín, entonces y ahora, a través de la ventana gelatinosa de la mirada. Apenas 500 metros hasta la cancha de basket (una de las causas, al parecer, del conflicto) y no consigo visualizar con nitidez el porqué de todo este asunto. ¿Racismo, equipamientos sociales, paro, educación pública, convivencia? Confirmo con ello mi confusión y una constante que señala acertadamente, a propósito del seísmo, el sociólogo Vicente Verdú: como en éste y en otros casos “el máximo grado de información posible coincide con el ínfimo nivel de comprensión”. Los chicos siguen señalando el comportamiento delictivo de determinadas bandas urbanas como causa única de los disturbios, pero no parece que este hecho justifique por sí sólo un estallido de violencia como el sufrido la semana pasada. Los responsables políticos, por su parte, no dejan de declarar que estas bandas no existen, al menos en Alcorcón. Aunque mucho me temo que determinadas informaciones vendrían a demostrar precisamente lo contrario.
Si estamos ante un grave problema de convivencia esta es una señal que no debería caer en saco roto. De lo contrario, deberíamos ir pensando en Spike Lee para filmar estéticamente la que puede caernos encima. Soledad Gallego Díaz, periodista de El País, comentaba hace meses lo necesario de abordar planes serios de integración de inmigrantes ante la posibilidad de que su presencia coincida con una ralentización de la economía y ya sea demasiado tarde para apagar el incendio. Se preguntaba Soledad: ¿qué pasará con los centenares de miles que trabajan en la construcción si toca finalmente techo el modelo de crecimiento basado en el ladrillo?
Me temo que si preguntamos a los responsables políticos éstos contestarán convencidos que no hay porqué preocuparse, que todo está controlado. A sólo unos meses de las elecciones municipales, los políticos comienzan a actuar bajo el síndrome de los llamados “juegos de lenguaje”. Y, como señalaba hace poco Carlos Martínez Gorriarán, a propósito de una entrevista realizada al Presidente del Gobierno, cuando el discurso político va dejando de ser un “juego de lenguaje” coherente, ligado a ciertos fines, para convertirse en cháchara desarticulada sin otra finalidad que la conservación del poder, ocurre que “el mismo juego de la democracia, con sus reglas, se va haciendo imposible –pierde sentido- porque pierde ese lenguaje propio que lo hacía comprensible y público”. Quizás todo se esté exagerando un poco, de acuerdo, pero mil chavales no se juntan espontáneamente en una plaza para protestar como energúmenos ante un hecho supuestamente “aislado”.
Con Wittgenstein y los “estilos de vida” llegamos así a la soledad del “ciudadano de fondo” que asiste indefenso e indignado al espectáculo de la política como simple maquinaria del vacío. Y ya sólo queda captar el cansancio de la dura jornada diaria, después de la batalla, para dejar así testimonio de la insoportable levedad de la existencia.
1 comentario
nafra -
http://elrencordelosbufones.blogspot.com
Saludos y disculpen las molestias.